V. LA SANIDAD DIVINA Y LAS ESCRITURAS

V. LA SANIDAD DIVINA Y LAS ESCRITURAS


by Admin+25 octubre, 2012 publicado en Fundamentos de Teología Pentecostal
Aquí encontrarás información actualizada sobre V. LA SANIDAD DIVINA Y LAS ESCRITURAS. En nuestra sección de Fundamentos de Teología Pentecostal.

A. LA SANIDAD DIVINA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.

No es posible someterse en este tomo a un estudio exhaustivo de la sanidad en el Antiguo Testamento, pero nos referiremos a muchos de los casos sobresalientes y a las promesas principales estudiadas.


El primer caso de sanidad divina registrada en la Biblia es el siguiente: “Entonces Abraham oró a Dios; y Dios sanó a Abimelec y a su mujer, y a sus siervas, y tuvieron hijos. Porque Jehová había cerrado completamente toda matriz de la casa de Abimelec, a causa de Sara mujer de Abraham” (Gn. 20:17, 18). Lo que se ha referido como el pacto divino de sanidad del Antiguo Testamento, fue entregado a Israel muy poco después del milagroso escape de Egipto y el cruce del Mar Rojo. En el principio de aquellos largos años de viajar y vagar, en su camino a la tierra prometida, leemos:

… Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador (Ex. 15:25, 26).

Las palabras del versículo veinticinco, “allí les hizo estatutos y ordenanzas”, indica que esto era más que una promesa pasajera para una situación individual. Esto sería un pacto permanente a ser incorporado en las vidas del pueblo de Dios. No existe registro alguno de que Dios alguna vez haya anulado la promesa hecha aquí. Más aun, Él puso uno de sus nombres redentores [Jehová Rapha] a este acuerdo legal. Esta gran promesa todavía se aplica hoy día, dado a que Dios no dijo “Yo fui”, para indicar un tiempo incierto en el futuro. Dios dijo, “Yo Soy”, indicando la gran naturaleza eterna e inmutable de Dios mismo. Dios usó otra vez este gran nombre en respuesta a Moisés cuando el patriarca, en la ocasión en que tuvo que ir a faraón y demandar la liberación de Israel de su cautividad, preguntó a Dios:

He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿Qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: yo soy el que soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: yo soy me envió a vosotros (Ex. 3:13, 14).

Jesús pronunció este gran nombre cuando habló a los judíos, “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Jn. 8:58). Y el escritor de Hebreos lo expresó en palabras conocidas, “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb. 13:8). Exodo 15:26 no deja ninguna duda de que fue la voluntad de Dios sanar a todos los que estaban enfermos. El Salmo 105:37 indica claramente que Dios guardó su pacto: “Los sacó con plata y oro; y no hubo en sus tribus enfermo.” Esta condición universal de salud entre el pueblo de Israel continuó en tanto que ellos mantuvieron su parte del pacto. Pero cuando María angustió al Señor por criticar el liderazgo de su hermano Moisés, fue herida con lepra (Nm. 12:1–10). Ella había roto el pacto. Cuando se arrepintió y cuando Moisés oró a Dios para sanarla, fue liberada (Nm. 12:11–14). Y allí Dios mostró que todavía era Él quien sanaba.

De nuevo, como consta en Números 16:41–50, la congregación pecó y una plaga destruyó a un gran número de ellos. Sin embargo, cuando se arrepintieron y de nuevo cumplieron las condiciones del pacto que Dios les había dado, el Señor los sanó y la plaga fue detenida. Por lo tanto, una vez más mostró que era Jehová Rapha, el Dios que sanaba, no a algunos, sino a todos. Israel continuó disfrutando la salud que Dios había prometido hasta que otra vez rompieron el pacto. “Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés …” (Nm. 21:5), y “serpientes ardientes” fueron entre ellos y los destruyeron. Cuando cumplieron las condiciones de Dios mediante el arrepentimiento, Dios sanó a todos los que miraban a la serpiente de bronce sobre el asta (el cuadro del Calvario, vea Jn. 3:14). Dios también en ese entonces era el Gran Médico que sanaba a todos los que miraban a Él.

Otros versículos del Antiguo Testamento que muestran la voluntad de Dios de sanar a los enfermos son:

Exodo 23:25—“Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y el bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti.”

Deuteronomio 7:15—“Y quitará de ti Jehová toda enfermedad; y todas las malas plagas de Egipto, que tu conoces, no las pondrá sobre ti, antes las pondrá sobre todos los que te aborrecen.”

Deuteronomio 30:20—“Amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar.”

Salmo 34:19—“Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová.”

Salmo 91:9, 10—“Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocara tu morada.”

Salmo 103:2, 3—“Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias …” (“El que sana todas tus dolencias” es tan permanente como “El quien perdona todas tus iniquidades”).

Salmo 107:20—“Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina.”

Proverbios 4:20–22—“Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo.”

Otros ejemplos de sanidades del Antiguo Testamento:

María sanada de lepra Nm. 12:12–15
El pueblo sanado de la plaga II Sam. 24:25,
Nm. 16
El hijo de una viuda levantado de los muertos I R. 17:17–24
El hijo de la mujer sunamita levantado de los muertos II R. 4:18–37
Naamán sanado de lepra II R. 5:1–15
La vida de Ezequías es extendida quince años II R. 20:1–11
Job sanado de su dolorosa aflicción Job 42:10–13
La cuestión de sanidad divina en el Antiguo Testamento no es para nada incierta o dudosa. Los ejemplos anteriores, juntamente con numerosas otras promesas, comprueban que Jehová era el médico de los israelitas. Las únicas preguntas que podrían surgir serían: ¿Puede esperarse que Dios sane a otros además de Israel?; Cuándo Dios declaró, “Yo soy Jehová tu sanador”, en Exodo 15:26, ¿quiso decir que su ministerio de sanidad tendría capacidad permanente?; ¿Cómo podemos saber que este pacto de sanidad es aplicable a otra nación y no sólo a la de Israel, y no sólo para aquellos días?”

La respuesta a estas importantes preguntas es hallada en un estudio de los nombres compuestos de Jehová. Los nombres de Dios son expresivos de sí mismo y escogidos para ese propósito. Algunos aspectos en el plan de Dios nunca cambian y nunca dejan de existir porque son la manifestación de la verdadera naturaleza de Dios. El Señor nunca deja de hacer algunas cosas porque son los actos resultantes de su carácter verdadero. Dios hace lo que hace, porque Él es lo que es: “Porque yo Jehová no cambio” (Mal. 3:6). Santiago dice del Señor: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Stg. 1:17). El nombre Jehová es el nombre de Dios cuando está tratando en relación de pacto con su pueblo. Significa, “El Dios eterno, en sí existente, inmutable.” Hay siete nombres compuestos que, junto con el nombre Jehová, revelan su relación de pacto con Israel; pero también, a causa de que nunca cambia, revelan su relación redentora con su pueblo hoy.

Siete nombres compuestos, redentores de Jehová:

JEHOVA-JIREH Jehová proveerá” Gn. 22:14
JEHOVA-NISI Jehová es nuestro estandarte” Ex. 17:8–15
JEHOVA-SALOM Jehová es nuestra paz” Jue. 6:24
JEHOVA-RAAH Jehová es nuestro pastor” Sal. 23:1
JEHOVA-TSIDKENU Jehová, nuestra justicia “ Jer. 23:6
JEHOVA-SAMA Jehová está” (presente) Ez. 48:35
JEHOVA-RAPHA Jehová tu sanador” Ex. 15:26
El carácter de Jehová en el Antiguo Testamento es el mismo que el de Jesús en el Nuevo Testamento. Compare los siguientes versículos: “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (Is. 40:3). “Pues este es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas” (Mt. 3:3). ¿Para quién estaba Juan preparando el camino? Isaías lo llama Jehová. Note también las palabras de Jeremías: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamará: Jehová justicia nuestra” (Jer. 23:5, 6). Ahora, ¿quién es el que reinará como rey en el trono de David? ¿No es el Señor Jesús mismo? ¿Quién es el que es Jehová justicia nuestra? ¿No es Cristo el Cordero de Dios que murió por nuestros pecados, “el cual nos ha sido hecho … justificación” (I Cor. 1:30)?

Jehová nunca cambia. Lo que su santo nombre revela acerca de su naturaleza siempre continuará siendo. Cada uno de los siete nombres compuestos de Jehová es dado para revelar algún aspecto de la relación eterna del Señor con su pueblo. Lo que Él se reveló ser a Israel, por su nombre, así será a su iglesia, mediante Jesucristo.

Está entonces más allá de discusión que si Jehová ha permanecido constante en todas las relaciones reveladas por sus nombres a través de los siglos del Antiguo Testamento, y a través de la era eclesiástica presente, debe haber continuado constante en su relación como sanador del cuerpo. Si Él es todavía nuestro Proveedor, nuestro Estandarte, nuestra Paz, nuestro Pastor, el Omnipresente, y nuestra Justicia, entonces es todavía nuestro Gran Sanador—“Él es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb. 13:8).

A ISRAEL
A LA IGLESIA
JEHOVA-JIREH
“El Señor proveerá”

(Gn. 22:14)
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falte conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”(Fil. 4:19)
JEHOVA-NISI
“Jehová es mi estandarte” (Ex. 17:15)

“Su bandera sobre mí fue amor” (Cnt. 2:4)
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”

(Jn. 15:13)
JEHOVA-
SALOM
“Jehová es paz”

(Jue. 6:24)
“Porque él es nuestra paz”

(Ef. 2:14)
JEHOVA-RAAH
“Jehová es mi pastor” (Sal. 23:1)
“Yo soy el buen pastor”

(Jn. 10:11)
JEHOVA-
TSIDKENU
“Jehová justicia

nuestra”

(Jer. 23:6)
“Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios ….

Justificación” (I Cor. 1:30)
JEHOVA-SAMA
“Jehová está”

(presente)

(Ez. 48:35)
“No te desampararé,

ni te dejaré”

(Heb. 13:5)
JEHOVA-
RAPHA
“Jehová tu sanador”

(Ex. 15:26)
“Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará”

(Stg. 5:15)
B. LA SANIDAD EN EL MINISTERIO DE JESUS.

No cabe duda de que era la voluntad de Dios sanar a su pueblo en la época del Antiguo Testamento. Ahora deseamos encontrar la revelación de su voluntad para aquellos de nosotros que vivimos en la era del Nuevo Testamento. Es necesario aprender sobre el tema de sanidad divina teniendo como modelo el ministerio de Jesús.

Ciertamente no hay mejor forma para hallar la voluntad de Dios con respecto a la sanidad física que mediante un detallado estudio del ministerio y las enseñanzas del Señor Jesús tal como están registradas en los evangelios. Jesús fue la expresión de la voluntad del Padre. En su vida y ministerio entero Él fue “La Palabra”, hablando la voluntad de Dios. El dijo, “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Jn. 6:38). Él llevó a cabo literalmente la voluntad de Dios. Por esta razón cuando vemos a Jesús sanando a las multitudes que venían a Él vemos al Padre en acción: “al Padre que mora en mí, él hace las obras” (Jn. 14:10). La sanidad de los enfermos fue hecha como una revelación de la voluntad de Dios para el hombre. Tomas Holdcroft concluye:

Un total de veintisiete milagros individuales de sanidad acreditados a Jesús son hallados en las escrituras, al igual que diez ocasiones registrando la sanidad general de grandes números de personas. Su ministerio trató con una amplia variedad de dolencias humanas: posesión demoníaca, enfermedad, accidente, y aún la muerte … En cada instancia, Jesús libre y francamente se presentó a si mismo como un objeto de fe a ser sinceramente creído. En vista de un ministerio de sanidad tan impresionante, es verdaderamente sorprendente que Él prometiera a sus discípulos, “Las obras que yo hago … aún mayores harán” (Jn. 14:12). Al ministrar a las necesidades físicas, nuestro Señor sanó por medio de una palabra, por un toque, o por una unción física; sanó a los que estaban cerca y los que estaban a una distancia; sanó en el día de reposo, sanó tanto a individuos como a grandes grupos. Entre las veintisiete instancias de sanidad, hay siete casos en que fue echado fuera un demonio; en once ocasiones amigos trajeron al necesitado; en seis ocasiones nuestro Señor ejecutó la sanidad a distancia. Sanó a ocho personas por un toque; sanó a siete por decir una palabra; tres fueron sanos en un acto en el cual escupió y tocó al paciente; y en una instancia, sanó efectuando una sanidad gradual” (Jn. 4:52—“Había comenzado a estar mejor”).166

La siguiente es una lista de sanidades individuales ejecutadas por Jesús durante su ministerio aquí sobre la tierra, como aparecen registradas en los cuatro evangelios:

Sanidades narradas en tres Evangelios

Incidente de Sanidad
Mateo
Marcos
Lucas
El leproso
8:2–4
1:40–45
5:12–15
La suegra de Pedro
8:14, 15
1:29–31
4:38, 39
Hombre con una legión de demonios
8:28–34
5:1–20
8:26–39
Hombre paralítico
9:2–8
2:1–12
5:17–26
Mujer con flujo de sangre
9:20–22
5:25–34
8:43–48
La hija de Jairo resucitada de los muertos
9:23–26
5:35–43
8:49–56
Hombre en la sinagoga con la mano seca
12:9–13
3:1–5
6:6–11
Muchacho endemoniado
17:14–21
9:14–29
9:37–43
Ciego Bartimeo (dos ciegos—Mt.)
20:29–34
10:46–52
18:35–43
Sanidades narradas en dos Evangelios

Incidente de Sanidad
Mateo
Marcos
Lucas
Endemoniado en la sinagoga—Capernaúm
1:23–27
4:33–36
Siervo del Centurión
8:5–13
7:1–10
Endemoniado sordomudo
12:22, 23
11:14
Hija de la mujer sirofenicia
15:21–28
7:24–30
María Magdalena
16:9
8:2
Sanidades narradas solamente en un Evangelio

Incidente de Sanidad
Mateo
Marcos
Lucas
Juan
Dos hombres ciegos 9:27–31
Endemoniado mudo 9:32, 33
Hombre sordomudo 7:31–37
Ciego sanado 8:22–26
Hijo de la viuda levantado de los muertos 7:11–16
Mujer encorvada 13:11–17
Hombre con hidropesía 14:1–6
Diez leprosos 17:11–19
Oreja del siervo del Sumo Sacerdote 22:50, 51
Hijo del noble 4:46–54
Hombre paralítico—Betesda 5:1–15
Hombre nacido ciego 9:1–38
Lázaro levantado de los muertos 11:1–45
Además de éstos pasajes, hay las siguientes ocasiones en que Jesús sanó a muchos a la vez: Mt. 4:23–25; 8:16; 12:15; 14:14; 14:34–36; 15:30; 19:2; 21:14; Lc. 6:17–19. Estas son ocasiones alentadoras, porque leemos que algunas veces había “multitudes” que venían o eran traídas para sanidad, y en estas narraciones leemos tales expresiones como: “sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”, “sanó a todos los enfermos”, “y todos los que lo tocaron, quedaron sanos.”

Por más impresionante que sea esta lista, Juan nos dice: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro” (Jn. 20:30); también, “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir” (Jn. 21:25).

Es sorprendente y digno de mucha consideración el hecho de que Jesús sanó a todo aquel que vino a Él, o que fue traído a Él para ser sano. Además de la gran variedad de necesidades individuales que le fueron presentadas, hubieron aquellos tiempos, como hemos notado anteriormente, cuando debieron haber habido enormes multitudes de enfermos traídos a Él. Jamás rehusó sanar a ninguno. Es posible esperar que Jesús le dijera a algunos, o tan solo a uno: “Lo lamento mucho, pero no es ni mi voluntad ni la del Padre de sanarlo.” Jamás leemos acerca de la mas leve sugerencia de tal sentimiento. Uno podría esperar que si no fuera la voluntad de Dios el sanar a todos los que acudieron a Él durante la época de la iglesia, habría alguna duda acerca del ministerio de Jesús. Pero que afortunados somos de que ese no fue el caso. Porque si por alguna u otra razón hubiese rechazado sanar, aunque fuera una sola persona, esos millones que buscan la sanidad al no ser inmediatamente sanados se declararían la excepción basados en esa única excepción.

C. LA SANIDAD EN EL MINISTERIO DE LOS DISCIPULOS

Tanto fue la voluntad de Dios sanar a los enfermos en los días cuando Jesús ministro en la tierra, como lo fue cuando Él extendió este ministerio a sus discípulos, dándoles poder para sanar a los enfermos, resucitar muertos y echar fuera demonios. El ministerio de Jesús, cuando estaba aquí en la carne, estaba casi totalmente limitado a la esfera de su presencia física. De allí que la bendita influencia de su compasión y poder fue engrandecida al investir a otros con la misma habilidad divina: “Entonces llamando a sus doce discípulos, Jesús les dio poder sobre espíritus inmundos para expulsarlos y para sanar toda enfermedad y toda dolencia” (Mt. 10:1).

1. Se les da poder a los doce y son enviados.

Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos … y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen. Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban (Mr. 6:7–13).

Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y dolencia … A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo … Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia (Mt. 10:1–8).

2. Se les da poder a los setenta y son enviados.

“Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él … En cualquier ciudad donde entréis … sanad a los enfermos que en ella haya …” (Lc. 10:1–9). Los resultados de esta comisión fueron bastante evidentes: “Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre” (Lc. 10:17). Jesús no fue sorprendido frente a este informe que los demonios estaban sujetos a su nombre. El dijo, “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lc. 10:18–20).

Mateo 10:8 es muy significativo en revelar la voluntad de Dios para sanar, no a algunos, sino a muchos. Los discípulos no debían ser ahorrativos en el uso del poder sanador que les fue dado. Jesús dijo, “De gracia recibisteis, dad de gracia.” Sin duda alguna, el poder dado a los doce y a los setenta es el mismo poder prometido por Jesús que sería en calidad permanente y que fue recibido por la iglesia en el día de Pentecostés (Jn. 14:16, 17; Lc. 24:49; Hch. 1:8).

D. LA SANIDAD EN LA IGLESIA PRIMITIVA.

El libro de Hechos comienza con el escritor, Lucas, dando atención a su “primer tratado”, el Evangelio de Lucas, que narra “acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar.” El ministerio de Cristo sobre la tierra es descrito como lo que Él enseñó e hizo. La palabra “hizo” ciertamente se refiere a los milagros de sanidad. Se nos dice aquí que durante los años de ministerio antes de su muerte, sepultura, resurrección, y ascensión, Jesús comenzó a hacer y a enseñar. La fuerte inferencia es que Él continuó haciendo lo mismo después de su regreso al Padre. Esto lo logró mediante sus discípulos, que son todos los creyentes, miembros de su cuerpo. Cristo (la Cabeza viviente) todavía ministra mediante la iglesia (su cuerpo). El libro de Lucas es el registro inspirado sobre lo que Jesús “comenzó a hacer y enseñar” en su ministerio terrenal; mientras el libro de Hechos contiene su relato inspirado de lo que Jesús continuó haciendo y enseñando después de su ascensión al cielo. Reconocemos entonces al libro de Hechos como otra revelación más de la voluntad de Dios referente a la sanidad de los enfermos.

Si los creyentes cristianos son miembros del cuerpo de Cristo, del cual Cristo es la cabeza motivadora y guiadora, entonces lo que Cristo hizo mientras estuvo corporalmente presente sobre la tierra debería continuar sucediendo mediante los miembros de su cuerpo espiritual.

Cuando Pedro dijo al hombre paralítico en la puerta del templo “la Hermosa”, “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hch. 3:6), tomándolo “por la mano derecha [y] le levantó” era como si Jesucristo se extendiera y lo tocara, mediante Pedro, un miembro de su propio cuerpo. Si Cristo hubiera estado presente físicamente y hubiera podido tocar al paralítico, ciertamente habría sido sanado y habría podido caminar. ¿Por qué no sería lo mismo cuando Pedro, uno de su cuerpo, tocó al enfermo en el nombre de Jesús? La multitud corrió al pórtico de Salomón atónita ante el milagro. Pedro dijo: “Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? … El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su hijo Jesús … Dios [lo] ha resucitado de los muertos” (Vs 12–15). En otras palabras, Pedro estaba diciendo, “Jesús está vivo. No está muerto. ¿Por qué entonces no debiera estar aún manifestando el mismo poder y milagros que ejecutó antes de su crucifixión?”

El Cristo viviente obrando a través de su cuerpo, la iglesia, es la verdadera imagen del ministerio cristiano de hoy. Esto está demostrado en los siguientes ejemplos en el libro de Hechos:

Sanidades mediante los apóstoles

El hombre paralítico Pedro Hch. 3:1–10
Muchos sanados Pedro Hch. 5:12–16
Prodigios y milagros Esteban Hch. 6:8
Avivamiento en Samaria Felipe Hch. 8:5–8
Eneas Pedro Hch. 9:32–35
Tabita es resucitada Pedro Hch. 9:36–42
Hombre cojo en Listra Pablo Hch. 14:8–10
Pablo levantado en Listra Hch. 14:19, 20
Demonio echado fuera Pablo Hch. 16:16–18
Milagros especiales Pablo Hch. 19:11, 12
Eutico Pablo Hch. 20:7–12
En la isla de Malta Pablo Hch. 28:8, 9
Nada ha cambiado, concerniente a las provisiones de Dios para las necesidades de la humanidad desde los días apostólicos. Cristo ha muerto y ha resucitado, el Espíritu Santo ha sido derramado, y la gran comisión está aun en vigencia. La ruina del pecado y sus horrendos resultados todavía están manifestados en nuestro mundo hoy. Los médicos, con todo su conocimiento y dedicación, todavía están confundidos por las aflicciones y enfermedades. Nadie puede probar que el Dios que nunca cambia ha alterado su voluntad respecto a la sanidad de enfermedades. Él es Jehová-Rapha: “… Yo soy Jehová tu sanador” (Ex. 15:26).

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