IV. LA SANIDAD Y LA VOLUNTAD DE DIOS

IV. LA SANIDAD Y LA VOLUNTAD DE DIOS


by Admin+25 octubre, 2012 publicado en Fundamentos de Teología Pentecostal
Aquí encontrarás información actualizada sobre IV. LA SANIDAD Y LA VOLUNTAD DE DIOS. En nuestra sección de Fundamentos de Teología Pentecostal.

El mayor impedimento para que los hijos de Dios disfruten de la sanidad divina y salud es la falta del conocimiento claro de la voluntad de Dios en este asunto. Este impedimento está centrado alrededor de la molesta incertidumbre en cuanto a si es la voluntad de Dios sanar a todos los que vienen a ÉL hoy. No es cuestión de la habilidad de Dios para sanar. Todo cristiano profesante cree que Dios tiene la habilidad de hacer cualquier cosa que Él quiera realizar. La vasta mayoría de aquellos que no hacen ninguna profesión de salvación aún creen en Dios, y en que puede ejecutar lo milagroso si Él desea hacerlo.


Nuevamente, la cuestión no es una de habilidad sino de voluntad. Comúnmente descartamos ésto como algo natural sin buscar el sentido de lo que está involucrado aquí. En realidad, estamos insultando a Dios cuando adoptamos esta actitud. En vez de decirle, “Yo sé que lo harías si pudieras”, le estamos diciendo, “Yo sé que lo harías si sólo quisieras.” Estamos censurando la inclinación de Dios a hacer el bien por sus hijos cuando pensamos de tal manera. ¡Qué extraños pensamientos han tenido muchos con respecto a la voluntad de Dios! Durante demasiado tiempo lo han considerado como algo que debe ser aceptado como la prenda final de sacrificio por su parte. Kenneth MacKenzie dice:

La voluntad de Dios ha sido una profunda sombra sobre sus propias sendas, obscureciendo la luz de bendición presente con sus posibles decretos de angustia. Ha sido un “esqueleto en su armario” [algo escondido], por el cual han orado que permaneciera detrás de puertas cerradas. Ha sido una presencia de cuyo frío abrazo han rogado ser librados: su terror de su voluntad los ha obligado a educarse para estar listos para su visitación como para una pestilencia que barre la tierra. La voluntad de Dios está asociada con cuartos de enfermos, pobreza, pérdida, desamparo, funerales, y la tumba abierta. La voluntad de Dios, para éstos, está siempre vestida de negro. Y esta concepción de su voluntad resulta en cristianos enfermizos, de fe débil, gozo vacío, conquistas inferiores. Para muchos, no se le da ningún pensamiento a la voluntad de Dios, hasta que alguna calamidad presiona sus vidas, y se despiertan a conjeturas tan tristes como hemos notado. Cuando decimos en oración, “Hágase tu voluntad”, ¿estamos siempre impresionados con su significado? La voluntad de Dios no es un juez vengativo, ejerciendo un agudo escrutinio de inevitable retribución. ¡Ah, como hemos difamado sobre el gran corazón de nuestro Padre con todos estos pensamientos miserables acerca de Él! Su voluntad es un bendito compañero, que ilumina nuestro camino, alegra nuestro espíritu, da gozo a nuestra vida y trae fruto a todo lo que hacemos. 164

Busquemos conocer la voluntad de Dios en este asunto de sanidad para los enfermos de hoy. ¿Desea Dios sanar?; ¿Piensa Él que sanar es algo sabio?; ¿Es la sanidad parte de su plan para nosotros en el tiempo presente?. La importancia de hallar las respuestas bíblicas a estas preguntas está enfatizada según F. F. Bosworth: “Es imposible reclamar valientemente por fe una bendición que no estamos seguros que Dios ofrece, porque el poder de Dios puede ser reclamado solamente donde se conoce la voluntad de Dios … La fe comienza donde la voluntad de Dios es conocida.” 165

La mayoría de la gente no ha tomado el tiempo para aprender cuál es la voluntad de Dios revelada en su palabra y cuáles son sus provisiones para sanar. Por esta razón, la mayoría de la gente agrega a su petición de sanidad: “Si es tu voluntad.” Hubo uno en el tiempo de Cristo que tuvo este tipo de fe. Era un leproso, y vino a Jesús diciendo, “Señor, si quieres, puedes limpiarme. Entonces extendiendo él [Jesús] la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él” (Lc. 5:12, 13). El “quiero” de Cristo canceló el “si quieres” del leproso. La fe del leproso que creía en el poder de Cristo para sanar se transformó por la palabra de Jesús “quiero” en una fe que creyó que Cristo lo haría.

La teología del leproso que vino primero a Jesús es hoy casi universal. “Si quieres, puedes.” El momento en que decimos “Si quieres” en la oración para la sanidad de los enfermos, estamos poniendo toda la responsabilidad sobre Dios. Estamos haciendo a Dios responsable de la enfermedad, porque estamos diciendo que el Señor podría curar si sólo quisiera. Esto no es bíblico. El Señor pone la responsabilidad sobre el que está buscando el toque sanador. El padre que trajo a su hijo a Jesús al pie del monte de la transfiguración clamó, “Si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos. Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible” (Mr. 9:22, 23). El padre, por sus palabras, “Si puedes”, estaba poniendo la responsabilidad sobre el Señor; pero El inmediatamente devolvió la responsabilidad al padre, “Si puedes creer, al que cree todo le es posible.”

A menudo se elabora la pregunta respecto a si la oración por los enfermos debiera incluir la declaración “si quieres” o “si es tu voluntad.” Todo cristiano sincero quiere la voluntad de Dios. Si le puede ser mostrado que la enfermedad es mejor para él que la sanidad, debiera estar resignado a la enfermedad; pero si la sanidad es comprada para él, como declara la palabra de Dios, y prometida a la iglesia como provisión divina del Dios inmutable, entonces pedirá valientemente al Señor que lo sane, asumiendo con base en la escritura, que es su voluntad. ¿Debemos dudar de la voluntad de Dios para hacer algo que Él ha prometido?; ¿Oramos nosotros, “Señor sálvame, si es tu voluntad”? Los “Si acaso” derrotan a la fe.

Nadie puede tomar un beneficio por fe si duda de su disponibilidad. Uno debería, sin embargo, descubrir si el asunto está de acuerdo a la voluntad de Dios antes de orar. Si la enfermedad es una disciplina, entonces uno debiera orar primero por guianza hacia la victoria o hacia la madurez, después de lo cual uno puede orar por la sanidad. Si uno tiene duda en cuanto a la naturaleza de una enfermedad, debería orar por una visión profunda de la aflicción. Si uno siente que la enfermedad es una prueba temporaria, debería orar por gracia para soportar la aflicción. Sin embargo, normalmente, uno no necesita orar “si acaso” sino que puede asumir que Dios desea cumplir su promesa. Dios es bueno, y desea la bendición y la salud de todos sus hijos. Note el deseo de Dios expresado por Juan de que sus bendiciones sean para el hombre entero: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (III Jn. 2). Sin duda Pablo tenía en mente esta triple bendición cuando escribió: “Y el mismo Dios de paz guarde … todo vuestro … espíritu, alma y cuerpo … irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (I Tes. 5:23).

Si la enfermedad es del diablo, seguramente Dios no la desea sobre ninguno de sus hijos comprados por su sangre. Durante siglos el pueblo ha sido instruido en las tradiciones de los hombres antes que en la palabra de Dios, y por lo tanto no están seguros si es o no la voluntad de Dios sanarlos. Dios nos dice que sus caminos son mucho más altos que nuestros caminos (Is. 55:8, 9), y entre más rápido despidamos las tradiciones de los hombres y volvamos a la palabra de Dios, mejor. La única manera segura de aprender cuál es la voluntad de Dios con respecto a la sanidad para los enfermos es buscar en la palabra de Dios y determinar lo que dice sobre el tema. En el plan de Dios para su pueblo en cada época, la salud física y la sanidad fueron incluidas. Aquellos que creían enteramente en su palabra, y le obedecían, disfrutaban de esta bendición. Busquemos ahora en la palabra y veremos qué provisión ha hecho Él para la sanidad de su pueblo en cada período de la historia humana.

No comments: