II. EL ORIGEN DE LA ENFERMEDAD
by Admin+25 octubre, 2012 publicado en Fundamentos de Teología Pentecostal
Aquí encontrarás información actualizada sobre II. EL ORIGEN DE LA ENFERMEDAD. En nuestra sección de Fundamentos de Teología Pentecostal.
Un claro entendimiento del origen de la enfermedad es absolutamente esencial para la comprensión del tema de sanidad divina. Nadie tendrá nunca la clase de fe adecuada para creer en la sanidad de Dios hasta que vea la enfermedad como Dios la ve, ni tampoco podrá ver la enfermedad como Dios la ve hasta que sepa como se originó la enfermedad.
En esta sección de estudio intentaremos mostrar que la enfermedad es el resultado del pecado, y que su presencia en el mundo es consecuencia directa de la influencia y el poder de Satanás. Este hecho será estudiado histórica, fisiológica, y correctivamente.
A. HISTORICAMENTE.
Hay poco lugar para desacuerdo en que la enfermedad es el resultado de la venida del pecado al mundo. Creado como fue el hombre, a la imagen de Dios, si no hubiera pecado, ciertamente no hubiera sufrido dolor, debilidad y enfermedad en su cuerpo. Pablo establece claramente que la muerte es el resultado del pecado. “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Rom. 5:12).
La muerte es la etapa final de la enfermedad. La muerte es el resultado del pecado. Por lo tanto, la enfermedad debe también ser el resultado del pecado, ya que el mayor (la muerte) contiene al menor (la enfermedad). Esto quiere decir que si no hubiera habido pecado en el mundo no habría habido enfermedad. Este principio general de que la enfermedad es el resultado del pecado y que puede ser vista como consecuencia directa de la influencia y poder de Satanás, está específicamente ilustrado en lo siguiente:
1. La aflicción que vino sobre Job.
“Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza” (Job 2:7). El lenguaje no pudo haber sido más claro para decir que la aflicción de Job vino de Satanás. Fue Dios quien lo sanó: “Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos” (Job 42:10).
2. Aquellos a quienes Jesús sanó estaban oprimidos por el diablo.
“Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hch. 10:38).
3. La mujer que había estado encorvada por más de dieciocho años.
“Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?” (Lc. 13:16).
4. El perfil profético del ministerio de Jesús.
Al estar parado en la sinagoga en Nazaret, Jesús abrió el rollo del profeta Isaías en el capítulo sesenta y uno (61) y comenzó a leer el mensaje profético que perfilaba su ministerio terrenal: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres … a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; y poner en libertad a los oprimidos …” (Lc. 4:18). La humanidad estaba atada y el carcelero era Satanás.
5. Enemistad entre Satanás y la simiente de la mujer.
En el huerto del Edén fue pronunciada la enemistad entre Satanás y la simiente de la mujer (Gn. 3:15). Esta enemistad ha acosado a la raza humana desde entonces.
6. El hombre en Corinto entregado a Satanás para la destrucción de la carne.
“El tal sea entregado a Satanás para la destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús” (I Cor. 5:5). Cuando Pablo quizo que el hombre de la iglesia de Corinto quien era culpable de incesto fuera disciplinado para que su espíritu pudiera ser salvo, lo entregó a Satanás. Sin duda lo hizo para que alguna aflicción física viniera sobre él y no pudiera continuar más en su pecado.
7. La enfermedad está entre las maldiciones de la ley quebrantada.
Entre las maldiciones que Dios dijo que vendrían sobre Israel por su pecado, hay muchas enfermedades físicas (Dt. 28:15, 22, 27, 28, 35).
8. El “aguijón en la carne” de Pablo.
Si el “aguijón en la carne” de Pablo era una aflicción física, como muchos creen que lo era, su origen es muy claro; porque el texto dice, específicamente, que era “un mensajero de Satanás” (II Cor. 12:7).
9. Satanás atado durante el milenio.
No habrá enfermedad en la tierra durante el milenio: “No dirá el morador: Estoy enfermo …” (Is. 33:24); “No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte …” (Is. 11:9). Es sumamente significativo que Satanás será atado en el abismo durante todo este tiempo (Ap. 20:2, 3).
10. Jesús reprendía la enfermedad.
Al sanar a los enfermos, Jesús a veces trataba con ellos de la misma manera en que lo hacía con los demonios, mostrando que Él consideraba a la enfermedad como la obra del diablo. En el caso de posesión demoníaca: “Y Jesús le reprendió … Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno” (Lc. 4:35). En el caso de la sanidad de la suegra de Pedro: “E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó …” (Lc. 4:39).
B. FISIOLOGICAMENTE.
1. En su esencia, toda enfermedad es resultado del pecado.
Hospitales, asilos, sanatorios y otras instituciones a lo largo de la tierra son una evidencia tangible de la presencia del pecado y su manifestación en el cuerpo humano. Esto no significa que cada vez que uno se enferma, es porque se ha cometido algún pecado en particular. Pero sí significa que si no hubiera habido pecado en el mundo no habría existido la enfermedad.
2. Algunas enfermedades y aflicciones son el resultado de pecados específicos.
Jesús dijo al hombre que fue sanado en el estanque de Betesda: “… no peques más, para que no te venga una cosa peor” (Jn. 5:14). Los discípulos reconocieron el principio de que el pecado causa la enfermedad cuando le hicieron la pregunta, “Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” (Jn. 9:2). Estaban equivocados en esta ocasión, pero el principio permanece en otros casos. Hay ciertos pecados que son cometidos directamente en contra del cuerpo, y lo exponen a uno a enfermedades. “Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira; ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado … Hieden y supuran mis llagas, a causa de mi locura … Porque mis lomos están llenos de ardor, y nada hay sano en mi carne. Estoy debilitado y molido … Mi corazón está acongojado, me ha dejado mi vigor, y aun la luz de mis ojos me falta ya” (Sal. 38:3–10). “Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido” (Sal. 31:10).
3. Los hallazgos de médicos y psicólogos.
Médicos y psicólogos se están dando cuenta más y más de que la ira, el odio, el temor, y el sentido de culpabilidad son responsables de un gran porcentaje de enfermedades orgánicas. Ulceras del estómago, artritis, y problemas del corazón están entre aquellas que resultan de algunas de las actitudes del alma previamente mencionadas. El odio y el temor son pecado. Jesús condenó el odio como asesinato (Mt. 5:21, 22), porque es la causa del asesinato. Jesús condenó la simiente del asesinato y no sólo el fruto del hecho exterior consumado. El temor es pecado. “Y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Rom. 14:23). Una conciencia culpable, la cual es el resultado de un pecado no confesado y no perdonado, es la causa básica de muchas de las enfermedades físicas de la gente.
4. El mal uso del cuerpo.
El mal uso del cuerpo, con relación a la dieta y a la moral o el no cuidarlo correctamente, es pecado. Dios dio a Israel leyes morales y dietéticas, las cuales si eran desobedecidas serían constituidas como pecado. Él les dio estas leyes porque Él sabía que eran buenas para sus cuerpos, y quería que su pueblo cuidara de su constitución física. El descuido de estos principios a menudo traía enfermedad o debilidad física.
Si el cuerpo del cristiano le pertenece a Dios, es comprado por un precio, y es el templo del Espíritu Santo, entonces el cristiano es quien debería ocuparse de su cuidado correcto. El comer excesivamente, trabajar excesivamente y la falta de descanso y ejercicio correcto son pecados en contra del cuerpo. Muchos cristianos y ministros son culpables de esto.
C. CORRECTIVAMENTE.
1. A causa de la desobediencia o el pecado del hombre.
Dios permite a veces que venga la enfermedad sobre sus hijos como una medida de disciplina a causa de su desobediencia o pecado (Heb. 12:5–13). Esto, nuevamente, señala la relación entre la enfermedad y el pecado.
El salmista describe este proceso de disciplina en manos del Señor. “Fueron afligidos los insensatos, a causa del camino de su rebelión y a causa de sus maldades; su alma abominó todo alimento, y llegaron hasta las puertas de la muerte. Pero clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones. Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina” (Sal. 107:17–20).
Sin embargo, debe ser claramente entendido que la disciplina no es castigo, sino corrección. Todo el juicio de los pecados de el creyente fue llevado por Cristo en la cruz del Calvario.
2. Debido al amor de Dios por sus hijos.
Además, Dios no disciplina a sus hijos porque está enojado con ellos. La disciplina es siempre administrada en amor, y porque Dios desea corregirlos para el bien de ellos y la gloria de Él.
Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo aquel que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos … Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos (Heb. 12:5–8).
Desgraciadamente, los padres a menudo disciplinan a sus hijos porque están airados con ellos. “Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban … Y aquellos, ciertamente … nos disciplinaban como a ellos les parecía …” (Heb. 12:9, 10). Esto generalmente ocurre a causa de que los padres son tomados por sorpresa por el mal comportamiento del niño y se aíran, resultando en la expresión de su enojo sobre el niño. Dios nunca es tomado por sorpresa. Él sabe lo que sus hijos harán, y por lo tanto está preparado antes de tiempo para tratar con ellos de acuerdo con su amor, por más severo que aparente ser el sufrimiento. Note nuevamente, que el propósito de Pablo en entregar al hombre incestuoso en Corinto a Satanás era el amor por su alma: “a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús” (I Cor. 5:5).
3. A causa de discernir incorrectamente el cuerpo del Señor.
Pablo ilustra el principio mostrando que la razón por la cual algunos de los santos en Corinto estaban débiles y enfermizos, y algunos ya habían muerto, era porque habían fracasado en discernir el cuerpo del Señor en su observación de la ordenanza de la santa cena (I Cor. 11:27–30). Agrega: “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; más siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo” (I Cor. 11:31, 32).
4. A causa de murmurar en contra de los líderes establecidos por Dios.
La desobediencia y las murmuraciones por parte de los hijos de Israel, trajeron plagas sobre sus cuerpos. Note el resultado de la crítica de María contra su hermano Moisés, como el líder escogido por Dios (Nm. 12). También, cuando la congregación murmuró contra el liderazgo de Moisés, plagas fueron enviadas entre la gente y miles murieron (Nm. 16:46–50).
No puede haber ninguna duda de que algunas de las aflicciones que los cristianos están soportando aún hoy, son el resultado de su propia desobediencia y pecado. Algunas personas no necesitan la oración para ser sanadas tanto como necesitan arrepentirse de su desobediencia y pecado. Muchos se han recuperado físicamente en el momento en que han confesado su pecado y han pedido perdón a Dios. Otros que han guardado amargura en su corazón hacia otro, han sido sanados cuando perdonaron al que les había hecho mal.
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